Hace poco se dio a conocer la noticia de que ella será la imagen principal de una empresa internacional de cosméticos, lo cual ha despertado opiniones muy positivas en redes sociales en cuanto a su belleza y desempeño dentro de la moda.

Por otro lado, en España la transexual Laura Darribas está luchando en los tribunales para poder ver a su hijo, producto de un matrimonio terminado en donde existía el acuerdo legal de poder verlo siempre y cuando no fuese vestida como mujer. Al momento del divorcio ella todavía no llevaba avances en su tratamiento hormonal y quirúrgico, ante lo cual firmó de acuerdo. Dos años después, ella ha completado la fase hormonal de su tratamiento y se le impide ver a su hijo.

Obviamente queda a discusión el hecho de haber firmado esta documentación bajo estos términos sabiendo que se sometería al tratamiento y las consecuencias que esto podría traer para las cuestiones legales con su hijo. Sin embargo, cabe cuestionar que el hecho de ser transexual no le ha impedido nunca en sus capacidades como persona para criar un hijo.

Ambas historias nos hablan de la proliferación de una aceptación ahora parcial sobre el tema de la transexualidad.

Como sociedad patriarcal en la que la belleza femenina es vista como un producto y un beneficio histórico para los varones, es natural que la aceptación comience desde donde es menos amenazante y más llamativa para el consumo masculino.

Aun así, desde luego y tal como se ha visto en las redes sociales, es una puerta de apertura a nuevas posibilidades de cuestionamiento y aceptación de la transexualidad como parte de la diversidad humana, del reconocimiento de las personas independientemente de sus genitales.

Sin embargo, todavía falta camino para que ellos y ellas puedan tener los derechos que las personas cisexuales dan por hecho, como la paternidad y el reconocimiento de la propia identidad sexual desde lo social.

Es claro que surgen ciertas preguntas muy válidas sobre las cosas que pueden pasar si una persona transexual o transgénero tiene hijos y se hace cargo de ellos en su crianza y la economía alrededor de eso. Respondiendo a esto, cabe recordar:

La transexualidad y el transgenerismo son condiciones humanas en las que la identidad y roles de género no concuerdan con el sexo biológico con el que se nos identifica desde el nacimiento o antes.

Aunque esto puede meter a las personas en una serie de problemas legales, psicológicos y familiares, no es una condición que por sí misma impida procrear o participar en la crianza de hijos.

Surgen tal vez preguntas sobre los principios y la entereza de la identidad de género de los pequeños, los valores y demás cosas que una familia es responsable de inculcar.

Los valores son muy particulares de cada familia, y aun así se comparten en la sociedad sin tantas dificultades.

Sobre la identidad de género, las condiciones T no son hereditarias y nuestra identidad de género se establece alrededor del año de edad sin influencia del medio ambiente. De la misma manera que una persona transexual lo es sin que se le enseñe a serlo, una persona sin esta condición no se “convierte” por convivir o estar cerca porque no es contagioso ni se aprende (igual que la homosexualidad). Lo que se aprende son los roles de género, mismos que para reproducirse necesitan del ejemplo no solo de la familia de origen, sino de la sociedad, la escuela y otros medios.

Por lo pronto, en México ya puede hacerse el cambio de nombre en el Registro Civil y su costo será igual al de un acta de nacimiento. Esta iniciativa fue aprobada hace pocos días por la Comisión de Atención a Grupos Vulnerables y enviada Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno de la capital. Todo con el objetivo de disminuir el hostigamiento y demás situaciones lamentables que aquejan a las personas transexuales y transgénero. Con lo mencionado antes, es obvio que aquí no termina el asunto, pero estamos avanzando.