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De la metáfora

¿Se puede hilar un discurso?

Nota publicada el 4 de septiembre de 2015
por Manuel Sánchez

En una columna anterior hablaba sobre la ironía y el sarcasmo, como figuras retóricas usadas en nuestro lenguaje y extendidas a distintas áreas de la comunicación humana. Pero… no es precisamente la figura más utilizada.

La metáfora es la figura retórica con mayor alcance a lo largo y ancho de nuestro lenguaje. Largo y ancho, como si el lenguaje fuera un espacio extenso, espacio con “cosas”… palabras. Pero las palabras ¿son cosas? El lenguaje… ¿es un espacio? La respuesta más corta es “no”. Obviamente, no.

Pero la metáfora llega ahí para lograr la comunicación. Con ella, no sólo se transmite información sino significación. Son aquellos otros “pedazos” del mensaje que sólo pueden ser entendidos sin ser realmente pronunciados.

La metáfora supone un isomorfismo, esto significa, una forma común entre dos elementos, lo que permite el paso de propiedades de uno al otro.

Se piensa que las metáforas sólo están en el área de lo poético, encerradas en frases como “tus cabellos de oro” o “tu piel de terciopelo”, pero nada más alejado que esto. Este mecanismo es uno de los más básicos en nuestra vida diaria y nos permite comunicar conceptos que de otra manera no tendrían “suelo”. Conceptos que no tiene un referente en la realidad, o que su referente no abarca la amplitud de significado que puede llegar a tener.

Las metáforas en nuestra habla común suceden con conceptos que son abstractos e intangibles. Se les atribuyen propiedades físicas, lo que los vuelve “presentes” y operantes. Por ejemplo, una metáfora fosilizada en nuestro lenguaje es el pensar que las discusiones son un duelo, con movimientos defensivos, contra ataques, “ganar terreno” con un argumento, estocadas, etc. Están tan firmemente anclada que es casi imposible pensar la discusión de otra manera —si no es imposible, sí parece absurdo cuestionar el hecho de que se podría pensar de la discusión de otra manera.

Bueno, en realidad sí se puede pensar de otra manera. Podría establecerse que la discusión, más que un duelo, es un baile, en donde el propósito no es “vencer” al enemigo, sino saber combinar los movimientos de ambos para ofrecer un mejor resultado, algo más armónico. Y de aquí podríamos brincar a otra metáfora. Pensar en las discusiones como las piezas musicales, en donde hay voces, llamados y respuestas, pero ninguna victoria, sólo un “algo” ensamblado.

Pero creo que una de las metáforas que, como escritor y orador te enfrentas constantemente es la idea de que el discurso es un hilo:

“Apiadado, me apresuraré a cortar el hilo de sus tristes pensamientos; al hilo de lo que iba diciendo. Es muy disperso, le falta un hilo conductor. Fulano hila muy fino. Ese es un argumento retorcido. Y este era el nudo de todo el asunto. A ver si lo desenmarañas. Atando cabospegué la hebra con mi vecino de asiento. Enlazando con lo que he dicho antes. Apenas he podido hilvanar unas cuantas ideas. La trama de la novela tiene un desenlace perfecto, sin cabos sueltos. Ya empieza con sus tejemanejes. Me soltó una sarta de inexactitudes, una retahíla de bobadas, y para terminar ¿a que no sabes lo que me enjaretó?” (Millan & Narotzky, 2001: 15).

Aunque no siempre fue así. La metáfora que asocia al discurso con hilo tuvo sus inicios en el latín, pero cambió drásticamente en la etapa proto-industrial de la producción textil por allá de los años 1500 hasta los 1800s a lo largo de Europa.

Además de que el concepto discurso está asociado a otros objetos o cualidades de manera metafórica. Como, por ejemplo:

Como substancia —Este razonamiento está fuera de contexto.

Como contenedor —Nos obsequió un discurso lleno de ideas.

Como producto —Hizo un discurso fuera de serie.

Como un objeto, orientado en el espacio —Tras ese discurso… frente a la exposición de ideas…

Como un viaje —Recorrimos las ideas…

Tal vez lo más peligroso de crear metáforas es cuando se pueden llegar a interpretar de manera literal y pierden su propiedad expositiva. Por ejemplo, si digo que México es un infierno, se sabe que hablo de manera metafórica y que hay ciertas propiedades que deseo pasar de un terreno a otro. Por otro lado, si digo que Mexicali es un infierno… bueno, ese tal vez no sea el mejor ejemplo.

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