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Mitos del amor: “La decepción es mala”

En serio… hablemos de algo más que sexo…

Nota publicada el 2 de noviembre de 2016
por Rocío Linares

Hace dos semanas estuve comentándoles en la nota titulada “Erotofobia social” que actualmente vivimos en una sociedad que no solo no nos permite un adecuado ejercicio del amor por todas las cosas que tenemos que hacer para sobrevivir en un país donde las condiciones socioeconómicas son apremiantes, sino que también tenemos de una serie de acciones que hacemos comúnmente pensando que eso es el amor, y que muchas veces es lo contrario.

En esta ocasión me gustaría detenerme para empezar en la diferencia entre amor y enamoramiento, así como uno de los mitos en cuanto a estos fenómenos: La decepción.

Es interesante que muchas veces confundamos el amor y el enamoramiento, o que todas las personas que hemos pasado por una etapa de este último fenómeno tengamos muchos puntos en común, y sea en general el enamoramiento lo que mejor conocemos. Sin embargo, la primera diferencia es que el enamoramiento tiene siempre un desenlace inminente que si podemos sobrellevar inteligente y pacientemente, entonces podremos tener acceso a la verdadera experiencia del amor en la que las mariposas y la magia ya no están, y lo que queda en su lugar es otro ser humano tan incompleto como nosotros mismos e igual necesita ser amado. Por eso insisto en que esto implica que la experiencia del amor sea la mayor de las veces lo contrario del enamoramiento, y ello todo puede ser positivo.

Jane Goldberg en su libro “El lado oscuro del amor” menciona al respecto que: “La razón de todo mal de amor es nuestro fracaso para reconocer que el amor nunca puede ser aquello que deseamos que sea: algo siempre reconfortante, brillante y fuerte. Sobre cargamos el amor con expectativas irreales que, en último término, son la ruina del amor.”

Son estas expectativas inalcanzables las que llevan a las personas a decepcionarse unas a las otras, y esto es inevitable. No hay amor sin la necesaria etapa de la decepción, porque ese es un síntoma de que ya no estamos en la etapa primaria del enamoramiento en la que idealizamos y realmente no vemos a la otra persona, sino nuestras sensaciones y percepciones. El enamoramiento es una de las sensaciones más hermosas de la vida, pero es irreal y perecedera. El amor es algo que tiene que ver con la voluntad de tener tanto las cosas que nos gustan de una persona como las que no.

La decepción es la agonía (en el mejor de los casos, la muerte) de las expectativas irreales y muchas veces lo que pasa es que pensamos que como nos hemos desilusionado o decepcionado de la persona, ya no la queremos. Pensamos que la decepción ligada a ver realmente a una persona es lo contrario al amor, que es algo malo, cuando en realidad es parte del camino.

Pensamos que esta nueva persona nunca nos va a decepcionar y eventualmente lo va a hacer porque no solo es persona, es “otra” persona distinta a nuestra familia, costumbres, género (en el caso de las parejas heterosexuales), experiencias de vida, y desde luego trae sus propias expectativas y la sensación de desilusión es mutua en tal caso.

Para muchas personas, esto es una clara señal de que el final de la relación amorosa está muy cerca. Lo que no sabemos es que esto es el inicio de la experiencia real de verse según lo que son y no lo que esperábamos que fueran, y esto puede traerle más riqueza a la relación que aferrarse a las expectativas irreales del inicio (que son resultado de toda una cultura, películas, cuentos y vivencias familiares).

El camino de conocer realmente a una persona puede maravillarnos y asustarnos mucho más que la etapa del enamoramiento, y desde luego nos lleva a un amor mucho más profundo que si realmente la otra persona estuviera dispuesta a entrar en el molde de nuestras expectativas.

Si llevamos eso al terreno de la sexualidad coital, tendremos la oportunidad de hablar sobre lo que esperamos y lo que realmente podemos dar, y con ello necesariamente sobre lo que queremos hacer, aprender y experimentar, lo cual puede ir mucho más allá de lo que nos imaginábamos si dejamos que la experiencia fluya. Al final de cuentas, nuestra vida sexual es una metáfora de cómo vivimos nuestra capacidad para relacionarnos en pareja.

Con esto me gustaría aclarar que aquello que nos encontremos en el camino puede ir o no ir conforme a nuestras expectativas, pero más importante aun es si lo que descubramos va en pro o en contra del desarrollo sano de nuestra relación y de nosotros como personas. El hecho de que la decepción sea parte natural del proceso no quiere decir que si sufrimos la conmoción de darnos cuenta que hay algo que puede hacernos daño, no sea necesario ponernos en la disyuntiva de salir de la relación.

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