Los testimonios
Alrededor de las tres de la madrugada, -no hay una hora exacta en todas las declaraciones-, un comando armado arribó al lugar. Una de las unidades era una panel de color blanca que se estacionó en las caballerizas ubicadas en la parte posterior de la casa de Francisco Flores Altamirano la que se identifica como “El Rodeo”.
Los hombres bajaron y se distribuyeron entre las viviendas, en la casa de Francisco Flores Altamirano, donde los asesinos tocaron con fuerza la puerta y la abuela sin saber se acercó a abrir.
Desde la entrada empezaron a dispararon los primeros balazos, en este sitio acribillaron a Mario Alberto un niño de 12 años al que dieron por muerto -y se convirtió así en uno de los dos sobrevivientes y testigo-.
Luego dispararon contra las rejas de la puerta, puerta que tenía pocas semanas que se cerraba con llave, de este sitio sacaron a todos al patio, a la cerca que comunicaba con el patio vecino, los obligaron a acostarse boca abajo.
Otra parte del comando se movió a la casa de Esperanza Tovar, al centro del lugar, una vivienda humilde de color verde azul y en este sitio quebraron vidrios para ingresar sacando del sitio a dos familias, la de Esperanza y una más incipiente, la de Macaria y Gerardo, en espera de su primer hijo en el octavo mes de gestación.
También los obligaron a caminar al patio vecino a colocarse con sus primos boca abajo en el piso frío en medio de la madrugada.
Una mas se fue a la siguiente casa, la de Fermín Castro, presunto objetivo de estos sucesos a quien le dispararon dentro de su vivienda en el segundo piso.
Su mujer Guadalupe, no estaba durmiendo con él, apenas había vuelto tras un problema de pareja y estaba en una recámara en el primer piso con su bebé Fermín de dos años, enfermo y con temperatura.
Le pidió a los matones, que le dejaran llevar una cobija para poder sacar a su bebé. No se lo permitieron, y la hicieron que fuera también al patio para que se colocara boca abajo con su pequeño.
Viviana su hija mayor logró esconderse, estaba embarazada de seis meses pero asegura en los testimoniales haberse ocultado y con ello salvarse de la matanza.
Mientras tanto abajo en el patio los asesinos preguntaban por alguien o por algo, se escuchaban algunos nombres, Armando, Chaparro, Chapo.
Con las familias en el suelo, asustadas por las armas en sus cabezas y en medio de la oscuridad, uno de los sicarios preguntó que harían ahora con ellos, la respuesta del sujeto, que luego fue identificado como Lino Quintana o el Güero Quintana fue simple. “Lo único que pueden hacer, plebes, es matarlos a todos”.
Con eso se cobraba venganza, al matar a hombres, mujeres y niños cuya única culpa, era ser familiares del hombre que presuntamente le robó droga.
Luego sin piedad alguna, los sicarios dispararon sobre los cuerpos, tendidos boca abajo, en pijama, descalzos, sacados de la cama a mitad de la noche y tras las ráfagas, un tiro de gracia en la cabeza para asegurar su muerte, “porque ya los habían visto”
Lo de menos fue, que hubiera en el grupo ocho niños y una joven embarazada, lo de menos que dos de esas criaturas fueran de brazos y que no entendieron lo que estaba pasando.
Sin embargo hubo dos testimoniales de sobrevivientes, de Mario Alberto Flores Castro entonces de 12 años y de Viviana Castro Tovar una adolescente embarazada de 16 años, cuyos datos arrojan una tenue luz sobre lo ocurrido esa madrugada.
Uno de estos datos es que en el proceso participaron ocho sicarios.
Tras la balacera, sobrevivieron Guadalupe Tovar, esposa de Fermín y el mismo Fermín Castro.