Cuando la muerte realmente era el fin
Los yumanos de la península de Baja California.
Y mientras en la sociedad moderna el concepto de bienes y muerte llega a implicar grandes conflictos, en las sociedades antiguas, por lo menos en la que habitó Baja California, nada de esto ocurría.
Julia Bendimez Paterson, Directora del INAH en Baja California y estudiosa de las culturas nativas explica como los yumanos y las tribus que pertenecen a este grupo cremaban a sus difuntos.
Se han encontrado restos de hace 4 mil años o más en los concheros y otros lugares de la península con evidencias de entierros humanos. En Bajamar, la Cañada del Águila y otros sitios arqueológicos, los muertos se enterraban con sus bienes.
En otros sitios arqueológicos hay restos de huesos calcinados, porque lo que se induce, es que los nativos cremaban a los muertos con sus posesiones, hasta que llegaron los misioneros y cambiaron estas costumbres.
Los nativos no querían tener las cosas de los difuntos, para que estos no se vieran obligados a regresar ellas. Por esto, hablar de una herencia o un testamento sería difícil, pues la persona que dejaba de existir lo hacía con sus pertenencias.
A la llegada de los misioneros es cuando empezaron a aparecer los camposantos, cerca de las misiones.
La arqueóloga explicó que luego siguió una etapa de heredar en vida: dejarle a sus seres queridos sus ollas, el metate, en fin… sus objetos mas preciados, pero los entregaban en vida.
Dos de las últimas ceremonias de cremación entre yumanos fue la de Juan García Aldama, un Cucapá de los últimos hablantes quien murió de más de 100 años de edad. A él lo cremaron en Fosas de Arvizu, en el Estado de Sonora en San Luis Río Colorado. Las autoridades permitieron su ceremonia mortuoria.
El otro caso documentado es con los Pai pai. Al morir el esposo de Daría Mariscal, ella decidió no sólo efectuar la cremación, sino quemar la casa completa para construir una nueva.
Hoy es distinto pues los más jóvenes deben seguir las normas de la sociedad actual, para tener certidumbre sobre las propiedades.
La memoria colectiva como herencia se transmite de generación en generación por medio de la expresión oral: mitos, leyendas y cuentos que no escribían, porque sencillamente lo compartían de personas a persona.